El arquitecto Ariel Aidelman observa con detenimiento, mide con la vista o con gestos de las manos. Como el pintor que contempla su obra para completar los últimos detalles. A unos metros, dos productores, padre e hijo, verifican dónde colocar las últimas butacas según la isóptica de la sala. Una de las salas, porque el sujeto de esta historia son tres. El viejo Teatro Tabarís -de Corrientes 831-, fundado en 1924, está próximo a renacer como Multitabarís Comafi, gracias a la obstinación de Carlos Rottemberg y su hijo y socio Tomás, en su mágica militancia teatral. Hace diecisiete años, el productor y empresario convirtió en Multiteatro (con cuatro salas) al viejo Teatro Blanca Podestá en el tiempo que tarda un embarazo. Hoy, en ese mismo período, se da el gusto de hacerles burla a la inflación, a la suba del dólar y a la notoria pérdida de espectadores al regalarle a la ciudad dos nuevos teatros. Las tres salas del flamante Multitabarís se inaugurarán el lunes 24 y durante esa semana, alternadamente, se estrenarán La ratonera, de Agatha Christie, dirigida por Jorge Azurmendi; Atracción fatal, con dirección de José María Muscari, y Cuerpos perfectos, de Eve Ensler, dirigida por Manuel González Gil; todas producidas por Javier Faroni.
En forma exclusiva, los Rottemberg invitaron a LA NACION a recorrer las instalaciones, con obras que avanzan rápidamente en sus últimos detalles. Y Carlos quiso especialmente que Tomás participara de esa visita y de su primera entrevista por una razón fundante, por el compromiso de un legado. Alguna vez tuve que decirles a mis padres que no podía continuar con la empresa familiar de fabricación de ropa de cuero. Mi viejo resolvió, a una edad prudencial, cerrar su empresa, tasarla, venderla a alguien que sirviera a ese propósito empresarial. Y en cuanto al Tabarís... a mis teatros, la llave la tiene Tomás, no yo. Sin él esto no se habría hecho. Tengo 61 años. En una charla que tuvimos, con decisión, él me dijo: Hagamos otro Multiteatro, porque yo voy a seguir con esto, explica Carlos. Su hijo, que también se dedica a la actividad teatral con un perfil bajísimo desde hace una década, ataja el tiro. El Tabarís necesitaba un cambio para poder abrir más bocas y conseguir un público potencial. Hacía tiempo que pensábamos qué hacer con esta sala. Desde un lado más frío y comercial, los números no daban. Nos costaba programarla y que el público no se acercara. Había que aggiornarse.
La calle que se renueva
Hace unos meses, Carlos Rottemberg señalaba que nadie se anima a crear un teatro encima de otro y uno debajo. La ley 14.800 indica que donde hubo un teatro hay que construir otro. Muchos la siguen con trampas, levantan enormes edificios con algún hueco escondido para que alguien, alguna vez, decida allí armar una sala, por lo general más pequeña que la original (son los casos del actual Astros y de tres espacios en construcción, como el Odeón, el Politeama y el Argentino). En este caso, a dos empresarios se les ocurrió abrir salas sin ninguna obligación, en una avenida Corrientes que renueva su urbanización y lucha por quedar impecable.
El nuevo Multitabarís Comafi tuvo que ser demolido casi completamente para que el estudio de José Saragusti, Adriana Sturm y Ariel Aidelman, con este último como director de obra, pudiera erigirlo nuevamente en forma de tres teatros: uno en la planta baja, otro en el subsuelo y uno nuevo en la parte superior. La fachada art decó continúa intacta, aunque restaurada, y del interior se conservaron las molduras artísticas y las características barandas de metal del sector de palcos en la sala principal. Hubo que excavar ocho metros en un pozo que impresionaba en el comienzo de la obra para poder construir la sala de abajo.